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08/07/2021

Relato Reinos Rotos (Broken Realms)

LA BALANZA DE LA VICTORIA

Lenta y dolorosamente, Tatto'nek abrió los ojos.

La sombra añeja envolvió al eslizón. Era una sensación atípica y nada confortable. En ningún lugar a bordo del Itza-Huitlan, el más grande de todos los buques-templo, estaba realmente oscuro. La energía celestial resplandeciente se canalizaba constantemente a través de intrincadas matrices arcanas construidas en las paredes. Las reliquias de los Antiguos resplandecían con un brillo interior en todo momento. Sin embargo, este corredor, en las profundidades de las entrañas de la nave, era innegable y asfixiantemente oscuro.

Con un siseo incómodo, Tatto'nek se levantó del frío suelo e intentó recomponer la memoria. Había estado atendiendo a uno de los innumerables sistemas dañados dentro de la nave-templo. El Itza-Huitlan no había salido indemne de su reciente enfrentamiento con una de las fortalezas de piel plateada del Enemigo Eterno. El suelo había... cedido. ¿O se había abierto y se lo había tragado por sí mismo? Había tantos mecanismos maravillosos en los huesos de la nave que era imposible de decir.

Las consideraciones de Tatto'nek se interrumpieron cuando la oscuridad se agitó. El eslizón se giró al oír el eco de las pisadas, con la aleta de la cabeza levantada. Las sombras tomaron forma, con gruesos cordones de músculos y escamas de color azul intenso. Incluso cuando el eslizón intentó retroceder, sabía que era inútil. No se puede razonar con dos guardias saurios irritados, no importa por qué se le ha puesto a vigilar el paso.

"Detente".

Pasaron unos segundos tras la inesperada palabra antes de que Tatto'nek se atreviera a abrir los ojos. Un siseo abandonó al eslizón al ver una alabarda obstinada sostenida a escasos centímetros de hendir su cuello. Murmurando una oración de agradecimiento, Tatto'nek levantó la vista cuando un asiento de piedra tallada salió flotando por detrás del ahora inmóvil saurio.

Otro eslizón estaba sentado en el abrazo del trono. Era una criatura encorvada, que se apoyaba en un bastón y tamborileaba con sus garras un orbe en su regazo. Las cicatrices cruzaban su cuerpo, y una laceración particularmente sombría serpenteaba por un lado de su cara, que le tapaba un ojo y desaparecía bajo la corona de plumas que llevaba en la frente. Al instante, Tatto'nek se postró. Aunque la identidad del eslizón era desconocida, su rango era evidente.

“Noble Starseer---“

“Levántate", resopló el sacerdote. Parpadeando, Tatto'nek se puso en pie, pero el bastón del Starseer le pinchó en el pecho. El instrumento se levantó para pinchar la cara y las extremidades del eslizón, como si se tratara de una inspección, antes de que la figura sentada asintiera.

“Te has caído. El Itza-Huitlan te trajo aquí'. Dijo. Tatto'nek sólo pudo asentir con la cabeza, lo que provocó un graznido pensativo del Starseer. “Necesitamos más asistentes. El Gran Plan fluye de forma imprevisible. Tú serás suficiente". Con eso, el Starseer se dio la vuelta, y volvió a flotar por el pasillo, flanqueado por sus guardianes saurios. Tatto'nek se quedó un momento, con la incertidumbre revoloteando en su pecho. Sólo una pausa señalada del Starseer le hizo seguir el camino con dificultad.

“Soy Rachi'kak", dijo el Starseer cuando el otro skink le alcanzó. La mirada del anciano no se apartó del frente. Tatto'nek, por el contrario, no podía dejar de mirar a su alrededor. Se había equivocado al pensar que estaba completamente oscuro; la luz de las estrellas atrapadas brillaba de las tallas en forma de circuito a lo largo de las paredes, aunque débilmente, como si su fuerza se desviara para alimentar algún propósito oculto. La escasa iluminación brillaba en los bordes de los frisos y mosaicos descoloridos. “Hay discordia en los reinos inferiores. Las matrices de las constelaciones hablan de una divinidad malformada".

"El... el Fin de los Imperios", chirrió Tatto'nek. Rachi'kak asintió.

“Kragnos. El terremoto viviente. El vencedor de Ur-Sabaal. El orden cósmico se dobla bajo cada pisada de sus cascos. Nosotros luchamos contra él una vez. En los tiempos anteriores al despertar de los dioses mortales. Nuestros maestros lo sellaron bajo Ghur". El silencio expectante siguió a la predicción del Starseer. Un pensamiento parpadeó en la mente de Tatto'nek. Intentó ocultarlo, pero Rachi'kak lo notó, con los ojos entrecerrados.

“¡El aliento de Tepok, escala brillante! ¡Habla! ¡Pregunta! ¿Cómo puedes servir si no entiendes?”.

“No niego el poderío de los Maestros de las Estrellas", dijo Tatto'nek, lanzando una mirada a la presencia de los saurios. “Pero... pero los rumores dicen, bendecido, que Kragnos está protegido contra los hechizos incluso de las resonancias más fuertes".

“Así es", asintió Rachi'kak. “Pero la alineación de los destinos ha decidido darnos aliados. Los dracónicos". Mientras avanzaban, La mirada de Tatto'nek se dirigió a las paredes del oscuro corredor. Allí había un fresco de enormes dragones alados, colocados encima de un conjunto de picos elevados. Sobre ellos se enroscaba una colosal figura serpentina forjada con piedras preciosas estelares. El eslizón inclinó la cabeza instintivamente en deferencia al poderoso Dracothion.

Las imágenes continuaron mientras los eslizones seguían caminando por el eco del pasillo. En el siguiente, los dracos estaban junto a centauros con cuernos, enfrentados a híbridos de humanoide y dragón coronados por tormentas oscuras. Más allá, representado con una terrible semejanza de la vida, estaba el rostro sobredimensionado de alguna deidad con cuernos, con montañas de cráneos de ámbar crujiendo entre sus colmillos.

Tatto'nek no estaba seguro de si era su imaginación, o si la iluminación se hizo más fuerte entonces. A continuación, los mosaicos se mostraron con gran claridad. Imágenes de los centauros, guiados por su terrible Dios, asolando los criaderos de los dragones. En algunos lugares la luz pulsaba débilmente. Las escenas de los picos de las montañas cayendo a la tierra y los cráneos dracónicos apilados mientras las bestias eran masacradas parpadeaban como sombras danzantes, haciendo que el eslizón chasqueara de inquietud.

Se estaban acercando al final del pasaje. Rachi'kak había enmudecido. El cruel retablo cesó misericordiosamente, seguido de una escena de dos dragones -uno de aspecto noble, otro cuyos rasgos estaban ensombrecidos- dispuestos en conferencia con los patrones sagrados de las estrellas. Les esperaba un último friso. En lo alto de una montaña de cuernos, los dragones gemelos se abalanzaron sobre el dios cornudo, mientras los slann los rodeaban y Dracothion se enfrentaba a ellos. La luz palpitaba, revelando las fauces de la montaña que se abrían para tragar al Dios Terremoto.

Tatto'nek dejó que el relato los envolviera. Un pensamiento llamó la atención.

“Pero los Dracónicos han desaparecido, bendito maestro. El Fin de los Imperios los destruyó". Dijo el eslizón. Parpadeó cuando algo parecido a una sonrisa apareció en la comisura de la boca de Rachi'kak.

“Ven. Hay algo que debes ver”.

El trono del Starseer aceleró, y los saurios se movieron a su lado. Por fin, el grupo se detuvo ante un inmenso portal sellado. Aquí los circuitos brillaban aún más; Tatto'nek vio que estaban dispuestos en los glifos de Itzl, maestro divino de las bestias. Rachi'kak extendió un brazo enjuto, con la palma apoyada en la cara del portal. El ojo del sacerdote se iluminó ante la transferencia de algún poder sutil. Durante unos diez minutos, todos, excepto Tatto'nek, se quedaron quietos. El eslizón tembloroso estaba a punto de hablar antes de que el portal retumbara, y la piedra desapareciera lentamente en la pared de arriba.

Se abrió en una amplia cámara hexagonal. Los guardias saurios estaban de centinela en alineaciones precisas, mientras los eslizones revoloteaban de un lado a otro. La mayoría se ocupaba del intrincado conjunto de lentes que dominaba el techo y que concentraba un suave rayo de magia ámbar en un zócalo central. Sobre esa plataforma se encontraba un óvalo de piedra tallado en bruto. Estaba picado y marcado, con cicatrices pero no roto, parecía iluminado desde dentro cuando las energías lo bañaban.

“No", dijo Rachi'kak, mientras Tatto'nek abría la boca. La voz del Starseer se silenció al acercarse flotando. “Llegamos justo a tiempo. Observa y percibe".

La piedra se movió. Volvió a temblar. Un silencio absoluto se apoderó de la cámara mientras se mecía, y el rayo arcano aumentó su intensidad. El resplandor interior de la piedra se magnificó mientras las grietas se astillaban de repente y recorrían su cara.

No. No es una piedra en absoluto.

Con otro chasquido, el flanco del óvalo se rompió. De la cavidad surgió un ala de reptil, cubierta de líquido embrionario. Las garras siguieron, débiles y arañando, tirando de la criatura acoplada hacia la luz. El pequeño dragón se tambaleó y se derrumbó sobre el zócalo, maullando mientras se ponía en pie de forma inestable. Los eslizones reunidos emitieron un coro de bienvenida. Los saurios rugieron, golpeando las culatas de sus armas de asta contra el suelo al unísono, mientras la cría de dragón extendía sus alas chorreantes y dejó escapar un siseo de bienvenida.

“Sus huevos...” respiró Tatto'nek, mirando con asombro a la criatura recién nacida. “Los dracónicos supervivientes sabían que no tenían fuerza, así que nos concedieron sus huevos para que los mantuviéramos a salvo". El eslizón se atrevió a dar un paso adelante cuando el draco se giró y chasqueó con recelo. "Nosotros... hemos incubado un Dracónico".

"¿Un dracónico? dijo Rachi'kak, con una voz teñida de diversión. El Starseer soltó un graznido. Los Skinks se movieron de un lado a otro, presionando piedras de toque sobre bancos de maquinaria arcana en orden rítmico. Segmentos de lo que Tatto'nek había creído que eran paredes se levantaron, revelando espacios oscuros como el vacío sin luz. Mientras Tatto'nek observaba, la negrura se ondulaba, como un río de medianoche en el que se dejaba caer una piedra. Activación de la Reinoportal.

La luz difusa de color terracota se derramó en la cámara de la incubadora, y las barreras etéreas se hicieron realidad antes de que cualquier magia errante pudiera arrastrarlas. Tatto'nek esperaba que el pequeño Dracónico se alejara. En cambio, el joven reptil se volvió hacia la luz, con las alas desplegadas. Al mirar desde los portales, Tatto'nek se dio cuenta de que su cámara parecía ahora flotar sobre una vasta extensión. Las tierras de abajo parecían un pequeño fragmento de Ghur, intacto por el Caos; algún pliegue dimensional secreto recreado minuciosamente por los slann, sin duda. Tatto'nek había oído hablar de tales cosas, pero nunca había pensado en ver una.

Más allá de los portales, Tatto'nek contempló picos cubiertos de niebla y una sábana ámbar. Las formas giraban entre las nubes que los rodeaban, reptiles alados, cada uno del tamaño de un Bastiladón, y todos ellos se parecían a la joven criatura del zócalo. En los flancos de las montañas, Tatto'nek distinguió ídolos y trabajos en piedra, toscos pero con un claro e incipiente arte trabajado en un ser.

“En su sabiduría, los Maestros de las Estrellas decretaron que la raza dracónica fuera restaurada" dijo Rachi'kak, mientras flotaba hasta detenerse junto a Tatto'nek. “Ha sido un proceso difícil. A lo largo de los largos siglos, no hemos conseguido más que una fracción. Desean aprender de su verdadera cultura. Estas cosas no las podemos enseñar. Durante mucho tiempo hemos intentado discernir su lugar en el Gran Plan. Pero ahora los asterismos se alinean claramente. El Fin de los Imperios debe ser controlado antes de que los caminos de la Astromatriz se desajusten para siempre. Con los Dracónicos, podemos empezar.

“¿Comenzar?” Preguntó Tatto'nek cuando encontró su voz. "¿Así que lucharán junto a las huestes de guerra?”.

“No lo harán”. Dijo Rachi'kak. “Los dracónicos han perfeccionado sus instintos en estos lugares ocultos. Nos han escuchado hablar de la guerra más amplia. Todo lo que necesitan es liderazgo y aliados adecuados. El Gran Plan conspira para dividir ahora los caminos de nuestros destinos. En su lugar, se impone una nueva alineación en los caminos celestiales".

El Starseer levantó las manos. La luz de las estrellas danzó alrededor de las yemas de sus dedos. Tatto'nek vio cómo, sobre la cabeza de su maestro, se formaba un astrológico: el de Mallus, el núcleo del mundo roto. A su alrededor, una segunda capa de fuego estelar brillaba como un gran anillo. El eslizón sabía que algo así existía. Los mortales lo llamaban el Sigmarabulum. Los dedos de Rachi'kak se movieron de nuevo y los símbolos de confluencia surgieron en torno al Sigmarabulum, incluso cuando éste se vio envuelto en la sombra de unas alas desplegadas.

“Comienza una nueva era”. Rachi'kak asintió. "Una era de escamas, y de tormentas".


05/07/2021

Relato Reinos Rotos (Broken Realms)

 Kunnin

Pantanos apestosos y blandos. Cómo los odiaba Krugrump. Pero ése era el camino que llevaba el Mawpath; el carnicero de la tribu, Glotto Seis-chins, lo había dejado bien claro. Había buena comida, había dicho el viejo cerdo, más allá de los pantanos, y como cazador con los ojos más agudos, le correspondía encontrar lo bueno. La cosa es que Krugrump no estaba seguro de si era él el que comía o el que era comido.

Aquí estaba, chapoteando en un lodo que le llegaba hasta las rodillas, con sanguijuelas por todas las piernas, cada bicho de un metro de largo chupando hambriento como un lechón recién nacido en la teta de su madre. Se sacó una de la pierna y se la metió en la boca, el aplastamiento de su cuerpo entre los dientes de la trituradora compensó el breve dolor que sintió al arrancarle los colmillos de la rótula. Llevaba varios días metido hasta el cuello en la ciénaga, con un olor espeso a pedos de cabra mezclados con cadáveres en descomposición que, de alguna manera, era peor que ambos. Nunca lo admitiría ante los Ironguts, y mucho menos ante el propio Tyrant Logsnap, pero estaba empezando a sentirse un poco... bueno, un poco raro.

La mordedura de rokodile que recibió hace unas horas le estaba causando un dolor feroz, ahora, su muslo todo rojo e hinchado sin importar la cantidad de saliva que le diera. Las bestias del pantano habían estado especialmente intratables últimamente, agresivas hasta el punto de atacar al verlas. Parecía que el propio Ghur les tenía ganas, desde que las cosas habían empezado a crecer más que nunca. Como cazador, le gustaban los retos, le encantaba enfrentarse al reino en su propio juego. Pero hace poco, había deseado ser uno de los muchachos que habían ido a la gran pelea en Excelsis en lugar de uno de los que se habían quedado atrás. No hay tantas bestias en la ciudad, pero sí tantos flacos que toda la tribu podría poner seis de ellos en un asador y aún tener muchos más para después. Su vientre emitió un fuerte gruñido al pensar en ello.

Algo se vislumbraba en la niebla. Uno de los árboles retorcidos y con ramas de espina dorsal lo suficientemente desagradables como para sobrevivir aquí, por su aspecto, y éste era una verdadera belleza. Era tan grande que su copa desaparecía de la vista. A medida que se acercaba, pudo distinguir los cuerpos colgados de los árboles, no por una cuerda o un lazo, sino atravesados por el torso o la barriga para colgar con sus miembros entre el musgo. La despensa de alguna bestia trepadora o del horror alado, probablemente, cada cadáver medio podrido y apestando hasta el cielo.

En otras palabras, un tesoro escondido.

“La cosa es", se dijo el ogor mientras reducía la velocidad de sus pasos al acercarse, "que hay que matar a la bestia antes de atrapar su cena". Un viejo refrán de cazador, y que no era más que sentido común ghuriano. Mejor aún, si llegaba a la cima del árbol, podría...

"¡Oi Krugrump!", se oyó un grito desde unos cientos de metros detrás de él. "¡Sube tu culo a ese árbol y echa un vistazo!”.

El cazador cerró los ojos por un segundo, dándose un momento para recuperar la calma antes de volverse y hacer un gesto obsceno hacia Glotto. El carnicero y el resto de los muchachos salían de la niebla detrás de él.

Avanzando, con los ojos bien abiertos en busca de la onda reveladora de un terrorpin o una garganaconda, Krugrump llegó hasta el árbol. Apoyando sus lanzas en las ramas más bajas, se subió a las gruesas ramas espinosas cerca de la base con bastante facilidad, y su gran peso hizo que las ramas gimieran y los cadáveres empalados en ellas temblaran y bailaran. “Quédate cerca del tronco", murmuró para sí mismo, asegurando su arco de lanza sobre el hombro, "y será una fiesta cuando vuelvas a bajar".

Pasó de mano en mano, un rasguño por aquí, una astilla por allá, los cadáveres demasiado maduros empalados en las espinas del árbol que apuntaban hacia arriba, sacudiéndose a su paso. No había follaje, gracias al Dios Tragón; este árbol se alimentaba de la tierra como una garrapata se alimentaba del lomo de una cabra. Menos mal, pensó, que la subida ya era bastante difícil sin él. La niebla era cada vez más espesa y su hedor le llenaba las fosas nasales. Le hacía nadar la cabeza y cuando vio un cadáver, podría jurar que le estaba sonriendo.

"Ya casi llegamos, carne de cadáver", dijo uno, una mujer delgada muerta con el cuello muy roto. "Casi en el umbral".

"Quiere engullirnos", dijo otro, un duardin con demasiados dientes al descubierto en una mejilla acuchillada. "Quiere aplastarnos y tragarnos".

“No tiene brazos”, dijo una tercera voz, la de un sigmarita calvo con un cometa de dos colas tatuado en la frente. “O pronto lo estará".

Krugrump cerró los ojos y se golpeó la cabeza contra el tronco del árbol para despejarse mientras subía más y más. La niebla maloliente se estaba disipando y podía distinguir una cresta lejana: la cresta de la que había hablado Glotto, coronada por las ruinas de un antiguo castillo y con una escalera sinuosa que subía por el acantilado. Volvió a golpear la frente contra el tronco del árbol y entrecerró los ojos; efectivamente, seguía allí.

En la cima del castillo en ruinas había una bandada de lo que Krugrump primero pensó que eran aves de rapiña, pero luego se dio cuenta de que, dada la escala de la fortaleza sobre la que estaban posados, eran monstruosos buitres con aspecto de wyvern lo suficientemente grandes como para llevar una grunta en sus garras. Cada uno tenía un jinete de piel verde encima. Uno de los jinetes, una figura encorvada con cuatro estandartes en su estante de trofeos, había tomado una posición más alta que los demás, y gesticulaba salvajemente mientras celebraba la corte.

El líder orruk dejó de agitar las manos para mirar en su dirección, y casi se cayó del árbol. Fue como recibir un puñetazo en el alma. El jinete echó la cabeza hacia atrás y rugió, tan fuerte que Krugrump pudo oírlo débilmente en el viento; a su alrededor, las aves que lo rodeaban levantaron el vuelo como una bandada de cuervos asustados. Un momento después, el orruk se acercaba a él, con los estandartes de su estante de trofeos ondeando, pero todavía estaba un poco lejos.

Tenía tiempo de sobra, pensó Krugrump mientras sacaba su arco y se apoyaba en el tronco del árbol. Podría hacer dos o incluso tres disparos antes de que...

Algo lo arrastró violentamente desde atrás, levantándolo en el aire con un grito repentino y agudo. Dejó caer su arco sorprendido, buscando su cuchillo para desollar y cortando las enormes y escamosas garras que se hundían en la carne de sus hombros, pero fue como cortar la corteza de un tronco. Un pico gigante graznó y chilló por encima de él, y a ambos lados unas enormes alas batían con fuerza enviando remolinos de niebla en espiral a su alrededor. El enorme buitre le picoteó, arrancándole el cuchillo de la mano y llevándose un par de dedos. Krugrump bramó indignado y se retorció para morderle el tobillo y clavarle los dientes, pero aun así la gran rapaz se aferró a él, cambiando su agarre para atraparle el brazo y tirar de él con tanta fuerza que sintió que se le desgarraba el interior del hombro.

Hubo una risa profunda y grave cuando el buitre del castillo se acercó a su jinete. "¡Cállense cuando quieran, estos cadáveres-rippas!", gritó el orruk. "¡Dejen su cena como cebo!”.

"¡Llámalos, viejo enano agotado! ¡Esto es una trampa!”.

"No es forma de hablar con el compañero de Mork y el profeta de Kragnos", dijo el orruk con reproche. Era un chamán, por lo que parecía, dada la extraña colección de baratijas que llevaba colgando de su silla de montar. “Gobsprakk es el nombre. Diría que lo recuerdes, pero...”.

Al batir las alas con fuerza, la bestia del jinete se retorció en el aire para lanzar sus garras hacia él. Extendió el otro brazo para protegerse la cara, pero se vio atrapado por las garras de la criatura. En un abrir y cerrar de ojos se vio suspendido en el aire entre una confusión de alas batientes y picos afilados y chillones, con las ramas superiores del árbol a la distancia de una lanza por debajo de él. Le tiraban de los brazos con tanta fuerza en ambas direcciones que no podía hacer más que patalear y retorcerse en un intento inútil de liberarse.

La voz, ronca y penetrante, le dijo: "¿Sabe usted dónde está el Puño de la Vida? ¿Sabes dónde está el Puño de Gork? Gordrakk, ¿has oído hablar de él? Dímelo y serás libre. Incluso podría llevar a tu tribu de vuelta a tierra firme".

Había algo en el tono de la voz, una autoridad orruk que tenía más que ver con la confianza que con el volumen.

"Sí", gritó Krugrump, la agonía en sus hombros haciendo de su voz un aullido de dolor. La gran ciudad. ¡Excelsis! Dirigiéndonos al sur".

“Entendido”, dijo el chamán. "Killabeak, Talun, coged un miembro para vosotros, pero dejad que el resto caiga libre".

Hubo una terrible agonía en los hombros de Krugrump cuando sus brazos fueron arrancados de sus órbitas en dos grandes fuentes de sangre. Se oyeron fuertes graznidos de triunfo cuando el mundo se abría de par en par a su alrededor, y las risas a medias de las copas de los árboles se mezclaron para formar una horrible cacofonía. El cazador se estrelló contra el follaje y las ramas espinosas, aplastando ramas y golpeando cadáveres podridos a su paso. Un fuerte crujido sacudió su cuerpo al chocar con la rama más baja. Apenas pudo distinguir una gigantesca protuberancia en forma de espina que le atravesaba el pecho y apuntaba como una garra roja alzada hacia el cielo.

Su visión era un charco de tinta y sangre con un rostro distorsionado y carnoso en el centro.

“Entonces, ¿has encontrado algo?", dijo Glotto, con la cara gorda y sudorosa del carnicero acercándose. Su aliento olía como un montón de despojos en verano.

"Gurrrr..." consiguió Krugrump, la sangre de su boca se derramó por su cara. "Gob... sprakk...”.

“Ghur, eso es", dijo su rival, asintiendo como si hablara con un simple. "Rojo de pies y de garras, ¿no? Es una pena dejar que se desperdicie una buena comida en un lugar como éste, justo cuando todo está en marcha". Acarició la mejilla de Krugrump, alegre y malévolo a la vez, mientras miraba por encima del hombro. "¡Hora de comer, muchachos!", gritó, y una docena de sonrisas dentadas aparecieron en la visión borrosa del cazador. Parece que el viejo Krugrump ha encontrado carne fresca después de todo.


Relato Reinos Rotos (Broken Realms)

Brutal

Gordrakk se tomó un respiro. Una sensación de fuego recorría sus músculos agarrotados e hinchados mientras permanecía en la sombra de un callejón, con las hachas goteando sangre. Era un buen dolor, el que se siente después de todo un día de batalla sin ninguna de las partes aburridas, como tratar de encontrar nuevas cabezas para cortar, y lo hacía sentir un poco mejor. Después de todo, la ciudad ardiente y gritona que le rodeaba estaba llena de humanos a los que matar.

No sólo humanos, tampoco.

El asedio era un desastre total, la ciudad era tan grande que reunir una horda adecuada se había vuelto imposible. Su ataque estaba destrozado, y había perdido a Bigteef, que seguía medio loco tras sus heridas en la gran pelea. Cuando Gordrakk lo había visto por última vez, el Maw-krusha estaba atravesando un nudo de humanos mientras se dirigía al puerto, probablemente en busca de un tiburón que mordisquear.

El Waaagh! había empezado bien, un estruendoso desprendimiento de músculo de pieles verdes que había mantenido más o menos intacto todo el camino hasta Donse. Había visto una oportunidad cuando apareció esa cosa divina, el caballo con pezuñas de terremoto al que Skragrott había llamado Krag-Nostrils o algo así. Parecía una baza decente, así que Gordrakk le había ofrecido un combate en condiciones para ponerlo a prueba. Había sido un buen combate, uno de los mejores, y sonrió al recordarlo. Al final, cuando la Mala Luna había dado por bueno el empate, Gordrakk había accedido a regañadientes a dejar vivir al dios, igual que cuando Gorkamorka había unido sus fuerzas tras su duelo con Sigmar. Un ariete estaba bien, pero dos era mejor, y tenía una ciudad que destrozar.

Hammergord era tan enorme y lento que sabía que los humanos se habrían enterado hace tiempo. Y, efectivamente, habían puesto una especie de glifo-magia en las puertas que había hecho saltar por los aires el ariete. Podía sentir que la rabia aumentaba cada vez que pensaba en ello. Pero esperaban un gran golpe, no dos.

Gordrakk miró sus hachas gemelas, Machaka y Aztuta, cada una de ellas lo suficientemente desagradable como para cortar a un ogor por la mitad -incluso a un ogor hechicero, en el caso de la primera- y sonrió. Hacía mucho tiempo que había aprendido el valor de usar dos cosas golpeadoras en lugar de una. Así que había realizado su ruidoso y obvio ataque, y luego, con un sonoro Waaagh, había puesto en juego su arma secreta. La cosa divina había abierto las murallas de la ciudad con su ataque, dejando que los Gore-gruntas de la horda atravesaran la brecha para comenzar la matanza de verdad. Y qué decir, había funcionado.

Eso debería haber sido suficiente. Debería haberles llevado a donde tenían que estar. Pero, en realidad, no había tenido ningún plan después de atravesar las murallas y dejar todo dentro hecho papilla. Resulta que la ciudad tenía un arma secreta propia, procedente del mar: los aelfos, y muchos. No eran rivales para él en la llanura abierta, pero en las enmarañadas calles, donde todo eran callejones y tejados, habían roto el ¡Waaagh! como las rocas rompen una ola.

Ahora, el ejército de pieles verdes se lanzaba en tromba a saquear la ciudad en un batiburrillo sin dirección, conducido por callejones sin salida y recibiendo piedras desde arriba, donde no podían subir para matar a los defensores humildes. Skragrott había huido a los túneles en cuanto había percibido que las cosas se iban a pique, como de costumbre. Incluso ahora, Gordrakk podía ver a los grots corriendo como maníacos hacia él desde el otro extremo del callejón, con los ojos rojos brillando y la espuma brotando de sus bocas. Uno de ellos tenía un caldero que arrojaba gachas a diestro y siniestro mientras avanzaba, otro llevaba la máscara del odiado dios del sol que llamaban Frazzlegit, y un tercero se aferraba con fuerza a una seta gigante con patas de araña.

Bastante normal, para los grots, pero de todos modos puso a Gordrakk de espaldas. Se suponía que estaban matando, no haciendo el tonto como si estuvieran en un festival de setas. Tuvo la suerte de separarse de los chicos y tener como compañía a un grupo de ratas alucinadas.

"¡Eh, vosotros!", dijo, interponiéndose en su camino. “¿Qué os creéis que...?”.

El de la seta brilló con un color azul verdoso, y la luz se derramó por el callejón mientras la espuma salía de los labios descoloridos y los dientes manchados. Se convulsionó, y los otros grots retrocedieron como si les hubiera picado, mientras un humo espeso salía de su boca. Ingrávido, el grot se levantó, con los brazos extendidos y emitiendo un fino grito como el silbido de una tetera.

"Gordrakk", dijo, la voz resonó extrañamente en el callejón mientras el resto de los grots se escabullían como ratas asustadas. "Gorrrr-drakkkk...”.

“¿Qué?”.

“¡Esto es Morrrrk, Gordrakk! Lo has hecho mal, Gordrakk".

El Puño de Gork inclinó la cabeza hacia un lado, curvando los labios, pero sus hachas no se movieron por el momento.

"¿Ah, sí?”.

“Sí", dijo el Mork-grot. "Deberías haber conseguido los artefactos de uvver".

"No, no, no", gruñó Gordrakk. "Yo abrí la ciudad, ¿no es así?”.

“Sí, pero el problema es que son dioses, amigo", dijo el Mork-grot, abriendo los brazos y abriendo los ojos. “Tienes al de la serpiente y al de la rana, que no es un Dios pero está cerca. Luego tienes a ese cabeza de cuerno corriendo por ahí. Tienes que encontrar una manera de nivelar el campo, Gordrakk. Eso es lo que harían los artefactos. Como dijo la profecía, ¿no? Ahora es demasiado tarde”.

“Tengo uno de ellos, ¿no? Me sirvió de mucho".

El Mork-grot gritó de frustración. "¡La tienes, grandote, pero sin la gubbinz para protegerla! ¡Para enfrentarse a todos estos luchadores mágicos en igualdad de condiciones! Esta ciudad está siendo aplastada, pero no van a dejar que te sientes en la cima de la pila, ¡y a ese Kragnos no le importa nada más que pisotear las cosas! Tiene toda la brutalidad que un orruk puede tener, ¡pero no lo suficiente como para que te den una paliza!.

Gordrakk se encogió de hombros. “No sé. A mí me parece que hay que ir a buscar y llevar cosas".

“Tienes que ser ambas cosas si quieres ser el mayor jefe de todos. No sólo el Puño de Gork, sino el Puño de Gorkamorka. ¡Piensa en eso!”.

“Les mostraré, cuando atraviese las grandes puertas brillantes y aplaste al Dios del Martillo. Se lo mostraré a todos ellos".

El Mork-grot agitó sus delgados miembros en dirección a una gran fortaleza que sobresalía del borde de la ciudad. Protegida por cientos de esos seres de las tormentas, con sus lagartos y todo eso. “No, te impacientaste como siempre y lo arruinaste. Ahora tienes que ir por otro camino".

"Soy el más grande, y el más feroz. Puedo con ellos".

"Esto es Ghur, amigo. No importa lo duro que seas, siempre hay una bestia más grande”.

"Eh", dijo Gordrakk, con la mandíbula desencajada mientras daba un paso adelante. “Hablas demasiado para ser un dios. No eres Mork".

"¡Sí, yo también lo soy!", chilló el Mork-Grot. "¡Yo soy él!”.

Gordrakk le dio un fuerte golpe con Machaka, y el filo alcanzó al grot flotante en el cuello con tanta fuerza que su cabeza estalló como un corcho. Cuando el cuerpo decapitado cayó al suelo, una figura espantosa y distorsionada, con un hongo gigante como sombrero de jefe y una afilada nariz de metal, brilló por un momento en una nube de esporas. Snazzgar Stinkmullet, o más bien su espíritu; de alguna manera se había apoderado del gruñón maullante mediante una horrible magia de hongos. Gordrakk atrapó al espíritu gruñidor con el golpe de espalda de Aztuta, y el hacha encantada desgarró a la aparición en jirones de ectoplasma disipado y humo de esporas. Escupió sobre el cadáver en ruinas que se desangraba ante él.

"A algunos tipos hay que matarlos dos veces".

"Pero tenía razón".

Gordrakk se giró, con el temperamento encendido. Detrás de él había un Rompehuesos, corpulento y casi desnudo, con el pecho pintado con espirales de garrapatos y un glifo de cuatro patas del Dios del Terremoto. Su postura era encorvada, como si estuviera acostumbrado a llevar una pesada armadura, y su físico era mucho más voluminoso que el del típico cazador de espíritus; según Gordrakk, había sido un Ironjaw no hace mucho tiempo, y por sus cicatrices era uno que había recibido una buena paliza.

"¡Oye! Bokkrog", dijo una voz orruk lejana. "¡Vuelve aquí! Hemos encontrado más".

El recién llegado lo ignoró. Este también tenía ojos brillantes, pero eran verdes, y cuando se clavaron en los de Gordrakk, algo en ellos hizo que su alma rugiera con fuerza.

“Encuentra un nuevo camino", entonó el Rompehuesos, con una voz tan profunda y ronca que hizo temblar la argamasa de las paredes del callejón. “Encuentra la puerta que perdiste, y luego busca la Boca de Mork. Dos cabezas es mejor que una, Gordrakk. Debería saberlo".

"¿Sabes qué?", dijo el caudillo orruk, mirando al cielo ya iluminado por la luz de un nuevo amanecer mientras el Rompehuesos se alejaba. "Puede que lo haga. Gracias, Gork".

Levantó sus hachas, olfateó el sabor salado del mar y se dirigió a la carnicería del puerto.


Relato Reinos Rotos (Broken Realms)

Premoniciones

Otro temblor sacudió la cámara del augurium del Palacio Excelsium, provocando una lluvia de mármol y polvo desde el techo. La Gran Matriarca Yarga-Sjuhan saltó hacia atrás a tiempo para evitar un trozo del tamaño de un puño, que se estrelló contra las baldosas, golpeara su cráneo por el ancho de un ala de mosca.

“Creí que había dicho que quería que esos gargantes de piedra fueran bombardeados hasta el olvido", dijo. "¿Dónde están los batallones del cielo?”

El Comodoro de Ala Rangni Drekkarson se quitó las gafas, revelando dos círculos de piel rojiza en una cara que, por lo demás, estaba completamente manchada de hollín. “Han hecho todo lo que han podido, Gran Matriarca. Debemos haber incendiado todo el campo, pero nunca he visto tantos pieles verdes en un solo lugar. No paran de llegar”.

Yarga-Sjuhan maldijo en voz baja, y sus dedos se cerraron alrededor del pomo enjoyado de Warspite. Hacía demasiado tiempo que no desenvainaba la espada, y su corazón de guerrera anhelaba unirse a sus conciudadanos en lo alto de la gran muralla de Excelsis, para repeler a los malditos invasores orruk con la espada y los disparos. Pero ese no era su lugar. Ya no.

"Llena de combustible lo que nos queda, reármalo y vuelve a volar", espetó. “Dígale al Azote Escarlata que les meta sus artilugios por la garganta a los gargantes, si es necesario. Los muros no pueden resistir este bombardeo".

Los ojos de Drekkarson estaban cansados después de un día y una noche de constantes incursiones, pero no se opuso. Conocía los presagios tan bien como ella; ahora era luchar o morir. El duardin hizo la señal del cometa, chasqueó los talones y partió. Yarga-Sjuhan dudaba de que volviera a verlo, pero apartó ese pensamiento de su mente. En la guerra no había lugar para el sentimentalismo.

La Gran Matriarca se quedó mirando el reluciente suelo del augurio, con la esperanza de que algo dentro del vertiginoso collage de imágenes a medio formar le llamara la atención. Todo el suelo de la cámara estaba tallado en cristal infundido por la profecía, extraído de la Lanza de Mallus, formando un mapa estratificado de la Ciudad de los Secretos y la costa circundante. De la suave obsidiana salían diminutos fragmentos de augurio, proyectados en forma visual; un tramo de muralla abrumado y asaltado por enormes brutos orruk; un escuadrón de girocópteros descendiendo en espiral en llamas para estrellarse contra las Vigas, derribando edificios destartalados como si fueran naipes. Eran catástrofes que estaban por llegar, algunas de las cuales podrían evitarse con una acción audaz.

El augurio ofrecía a los comandantes militares de la ciudad una visión de los próximos acontecimientos, una premonición del flujo y reflujo anárquico del combate. Aunque los matones antimágicos de línea dura de la Hermandad Piedra Nula escupirían sangre si supieran de su presencia -y, de hecho, de su importancia para las defensas de la ciudad-, la ingeniosa hechicería de esta cámara había sido fundamental para mantener a raya a la enorme horda de pieles verdes. Sin embargo, no era infalible; se requería la comunión arcana combinada de docenas de videntes de la Colegiata para desviar e interpretar semejante torrente interminable de visiones y percepciones, y el trabajo se cobraba un precio muy alto. Incluso así, no siempre era fiable. Si lo hubiera sido, tal vez habrían visto venir este desastre hace tiempo.

Una de las imágenes más claras mostraba las torres de las puertas orientales asaltadas por una agitada multitud de pieles verdes, gárgantes encapuchadas que se alzaban para arrancar emplazamientos de hurricanum y baterías de cañones como si fueran fruta madura. Esta imagen duró sólo unos instantes antes de evaporarse en motas de luz danzante.

Alto Ordinancer", dijo Yarga-Sjuhan, dirigiéndose al diminuto Dalland Kross, que se puso en guardia. “Dirige media docena de baterías de Tormenta de Hielo hacia la puerta oriental y haz que las apunten. Quiero que caiga una tormenta de muerte sobre todo lo que se atreva a acercarse a nuestras murallas".

Kross asintió y comenzó a gritar una serie de órdenes a sus ayudantes. No era realmente competencia de la Gran Matriarca reorganizar las baterías de artillería, pero era necesario; el Primer Comandante Fettelin estaba muerto, aplastado por la caída de un cañón, y había un acuerdo tácito de que Yarga-Sjuhan -ex general de los Freeguilds y veterano de una docena de campañas- era el más indicado para asumir sus funciones.

“Por el Rey Dios, no", gimió el Gran Jefe Trasmus, arrodillado en el centro del augurio. Estaba rodeado por una docena de acólitos, todos temblando bajo la tensión de descifrar las lecturas fragmentadas de la Lanza de Mallus en algo semidescifrable. Cuando la Gran Matriarca se volvió para hablar con su principal intérprete de profecías, otro de los magos de la Colegiata se desplomó, babeando sangre y con espasmos, y fue arrastrado por ayudantes vestidos de negro.

“Habla, Grandseer", gruñó Flavius Murghat, el Orator Magnus de la ciudad. Su voz pareció sacudir la cámara tanto como el lejano trueno de las rocas lanzadas por los gargantes que llovían desde más allá de las murallas. “Las exclamaciones vagas no nos sirven de mucho".

Trasmus agitó su bastón de hierro y una esfera de luz brillante se agitó en el aire ante él. Dentro del orbe de luz, la Gran Matriarca pudo vislumbrar un lienzo lúgubre: una hueste retozona de hombres y mujeres pintados que se desparramaba por la Puerta Oeste, con los ojos en blanco al caer sobre los pocos Freeguilders asediados que aún mantenían el paso tras una barricada de cadáveres orruk. Entre la carnicería, dos extrañas figuras: la primera, una estatua dorada de un ser, un príncipe de pelo lino con cuernos curvados y ojos alegres y malvados; la segunda, una corpulenta masa de carne sobre un palanquín que se tambaleaba y que era llevado en alto por brutos de carne pálida, con la sangre chorreando por sus numerosas papadas. La repugnancia de Yarga-Sjuhan subió como la bilis a su garganta, y escupió al suelo cuando la imagen se desvaneció.

“Otra hueste desciende sobre nosotros” -dijo Trasmus, su voz era poco más que un susurro-. “Los revoltosos de la piel y los segadores decadentes. Muchos miles, por lo menos".

Un amargo gruñido de frustración se le escapó a la Gran Matriarca. “Sangre de Sigmar, ¿no hay fin para nuestra desgracia? Asquerosos hombres rata arrastrándose por nuestras calles, un continente de pieles verdes martilleando nuestras puertas, y ahora una maldita cabalgata pagana. ¿Cuánto tiempo nos queda?”

“No puedo saberlo con certeza, la premonición no es clara. Tal vez varios días. Tal vez no más que una cuestión de horas.”

“No podemos resistir a otro ejército", dijo el Alto Déspota Liegermann, con una voz comedida y casi aburrida que contradecía la severidad de sus palabras. La miraba con ojos pesados, aparentemente ambivalente ante el desastre que se estaba produciendo a su alrededor. A Yarga-Sjuhan siempre le había parecido extrañamente exasperante el carácter imperturbable de aquel hombre.

“Gran Matriarca, tal vez sea hora de considerar nuestras opciones” -continuó Liegermann-. “Ni los orruks ni este ejército pagano pueden poner sus manos sobre la Lanza de Mallus. En ausencia de la Parca Blanca, la decisión de promulgar el Decreto de Desolus es sólo tuya".

"¡No!", espetó Yarga-Sjuhan. “No mientras a mis soldados les queden balas para disparar y fuerza suficiente para levantar una espada. No volcaré nuestras armas sobre esta ciudad hasta que se pierda toda esperanza".

“Lo que te mostré no era más que una fracción de los males que he previsto” -dijo Trasmus-. “No puedes imaginar los horrores que estos desalmados desatarán sobre Excelsis. Mi deber sagrado es salvaguardar la Lanza de Mallus y evitar que sus secretos caigan en manos de los indignos. ¿Qué cosas terribles podrían hacer los adoradores de la ruina si se apoderaran de ella?.

No lo harán", dijo una voz extraña y chirriante. La Gran Matriarca y sus consejeros se volvieron para ver a una diminuta criatura de pie en medio de las luces giratorias del augurio, apoyada en un bastón de oro. Era un reptil bípedo, de menos de la mitad del tamaño de la propia Yarga-Sjuhan, con una corona de plumas iridiscentes sobre su cresta. La miraba con ojos amarillos que no parpadeaban.

“¿Cómo ha entrado esta criatura en el Palacio Excelsium?” rugió Flavius Mughat. “Las escamas estelares no tienen lugar en el Cónclave. Sácalo de aquí, tenemos una guerra que librar".

Yarga-Sjuhan levantó una mano para acallar al fanfarrón. Ella era uno de los pocos seres en esta ciudad que había visto a los extraños lagarto-chamanes del Serafón en batalla de primera mano, y sabía que a pesar de su frágil apariencia, esta criatura podía inmolar al Orador Magnus con un movimiento de sus garras.

“Tu consejo es bienvenido", dijo, encontrando la mirada del eslizón. “Crees que esta hueste pagana no llegará a la ciudad, pero mis augures dicen lo contrario. Yo mismo he vislumbrado sus visiones".

El sacerdote eslizón volvió a inclinar la cabeza. Sus rasgos reptilianos eran difíciles de leer, pero la Gran Matriarca creyó captar un indicio de diversión cuando la criatura enseñó sus dientes de aguja.

“Sólo visiones", dijo, con palabras extrañamente distantes y apagadas. Yarga-Sjuhan no estaba segura de si la criatura hablaba con naturalidad, o si sólo ella podía oír sus pensamientos resonando en su mente. “Ondulaciones en el océano de estrellas. Pero sólo son reflejos del verdadero patrón. No hay que fiarse".

Los ojos del chamán brillaban como el fuego azul. Comenzó a caminar entre el mapa esculpido de la Costa de los Tusk, extendiendo la mano para arrancar hilos de magia del augurio, entrelazándolos en una esfera de luz blanca cegadora.

“Mira", dijo el chamán lagarto, y lanzó el orbe hacia Yarga-Sjuhan. Su resplandor la envolvió. Hubo un destello de dolor intenso, y una serie de imágenes inundaron su mente.

Volvió a ver la gran hueste de fanáticos paganos, pero esta vez no estaban forzando las puertas de su ciudad; en cambio, estaban acampados en medio de una selva espesa y tenebrosa, rodeados de cadáveres muertos y mutilados de criaturas con escamas, una raza de Serafón, pero mucho más grande y temible que la pequeña chamán. A juzgar por las decenas de adoradores del Caos muertos esparcidos por el lugar, habían dado cuenta de muchos de sus enemigos antes de sucumbir a la muerte. Las consecuencias de alguna batalla sangrienta, pues. Volvió a ver al gigante dorado y al glotón hinchado, que se miraban con el máximo odio desde el otro lado del claro sembrado de cadáveres. Los seguidores de cada señor pagano se reunieron en torno a su respectivo señor. La sensación de tensión era palpable.

“¿Qué es esto?", dijo Yarga-Sjuhan.

“El patrón restaurado", fue la voz del chamán lagarto. “Los acontecimientos se han reordenado para ajustarse al Gran Plan, a costa de muchos peones terrestres. Un sacrificio necesario".

Cómo o por qué empezó la matanza, la Gran Matriarca no podía decirlo. Se alzaron voces, gritos e insultos, alardes y acusaciones. Se desenfundó una espada y se clavó en la cuenca de un ojo. Los paganos cayeron unos sobre otros en un frenesí de violencia, apuñalando, arrancando y desgarrando. Los guerreros enmascarados bailaban y se balanceaban entre una masa de cuerpos pálidos y retorcidos, abriendo vientres y gargantas con elegantes golpes de espada. Caballeros con cresta sobre extrañas monturas con aspecto de lagarto luchaban contra horribles demonios con garras, mientras ondulantes andanadas de flechas se clavaban en la carne tatuada. A Yarga-Sjuhan, que no era ajena a la violencia, se le subió el estómago ante el sadismo de todo aquello. Los dos caudillos rivales se abrieron paso a hachazos y empujones en la melé, desesperados por matarse el uno al otro. Antes de que se enfrentaran en la batalla, las visiones cesaron.

"¿Gran Matriarca?” le gritaba Mughat, directamente al oído con la fuerza de un huracán. Ella lo apartó de un empujón. Los miembros de su cónclave la miraban con cara de preocupación y confusión.

“Estoy bien” -soltó Yarga-Sjuhan, antes de volverse hacia el chamán lagarto-. “Entonces, los paganos se han vuelto unos contra otros. ¿No vendrán a mi ciudad?”.

“A tiempo. Pero demasiado tarde para evitar lo que está por venir".

El alivio inundó a Yarga-Sjuhan, pero se extinguió rápidamente cuando recordó las fuerzas que ya se habían desplegado contra su pueblo. Un desastre a la vez, pues, esa era la clave del mando militar, en opinión de la Gran Matriarca.

“Así que, después de todo, nos libraremos del látigo del Príncipe Oscuro", dijo. “Sólo hay que lidiar con un millón de pieles verdes. Y un grupo de cultistas desquiciados que andan sueltos por el distrito de Crystalfall. Y sin duda otros desastres que aún no se han revelado. ¿Qué ha visto tu maestro del destino de mi ciudad, escama estelar? ¿Podemos sobrevivir a la noche?”.

“Esto no lo puedo saber. Hay un vacío en el patrón cósmico, alrededor de este lugar. Incluso el más poderoso Sacerdote de la Reliquia no puede penetrar su negrura. Sólo vemos sangre y fuego, y la tierra partida en dos. Mucha muerte por venir, sangre caliente. Mucho sufrimiento".

"¿Estarás con nosotros a pesar de todo?” preguntó Yarga-Sjuhan.

Ladeó la cabeza y la estudió por un momento. Luego, asintió con la cabeza.

“Bien", dijo la Gran Matriarca, sintiendo una oleada de energía por primera vez en lo que parecían días. “Convoca a todo el cónclave y avisa a la Parca Blanca. Si Excelsis cae, haremos de su final una leyenda que se cantará en Azyrheim hasta que las propias estrellas se consuman".


30/06/2021

kragnos reinos rotos - capitulo 4 Broken Realms resumen

Prologo

Con el necreoseismo desbaratado, la energía de la vida florece con más ímpetu, Alarielle se dirige hacia el roble de las eras pasadas, y desde allí intentara reemplazar la maldición de la muerte por una nueva vida.

Se abrieron camino combatiendo a los hombres bestias que ocupaban aquellas tierras que una vez fueron verdes y llenas de vida, hasta llegar al inmenso árbol caído, su ejército formo un circulo alrededor no dejando pasar a ninguna de aquellas viles criaturas del caos mientras ella, la reina eterna, subía a las raíces del árbol y entonaba su canción de magia.

El roble se estremeció con la canción alimentándose de las almas que caían muertas por los Sylvaneth, el rio Vitalis volvió a fluir limpio limpiando la tierra de la corrupción de Nurgle y poco a poco el gran árbol se irguió clavando sus raíces gruesas como troncos de árboles, y recuperando el color de la madera viva.

Mientras la lucha seguía alrededor, brotaron bellotas de oro que contenían dentro formas fetales, que cayeron al agua y se abrieron con la magia del renacimiento de Alarielle, las formas pasaron por las distintas etapas de la vida hasta crecer como adultos en unos pocos segundos, portaban largas flautas y la reina eterna les dio la bienvenida a sus nuevos hijos.

El cuerno lúgubre que en las guerras de los portales tanto sufrimiento había llevado a los Sylvaneth fue destruido por completo y Alarielle le pareció volver a ver Athel Loren ante sus ojos.

Los warsong revenants alzaron a los cielos a las criaturas mientras hacían sonar la canción de la esperanza, la tierra misma rejuvenecía y la melodía sylvaneth provocaba en la tierra un renacimiento para defenderse de las oscuras fuerzas del caos. Aquí en Ghyran empezó hasta extenderse por los demás reinos y provocar algunos acontecimientos que ni la propia Alarielle pudo ver.


Acto 1

Excelsis es la principal ciudad del Orden en Ghur, acosada por el mismo reino y por constantes ataques de orruk, vampiros y agentes de tzeentch. La lanza del mundo que fue, tiene la capacidad de ofrecer visiones del futuro a quien consume pequeños fragmentos de sigmarita de la lanza, por eso la ciudad es codiciada por todo poder arcano de los reinos mortales.

A raíz de prohibir toda clase de magia en la ciudad, la hermandad piedra nula dirigida por Odo Maulgen, mataba a todo aquel que usara magia o rito que pudiera levantar suspicacias, los que más sufrieron fueron los aelfos, después de que el consejo de la ciudad dictara que no se quemara ni matara gente por las calles, la hermandad secuestraba a los “culpables” y los llevaba al salón del baile que la hermandad había convertido en su cuartel general y donde habían colocado más de 600 espejos para que los aelfos se vieran reflejados mientras morían.

El cazador de brujas Galen Ven Denst de la orden de Azyr y su hija Doralia, investigan todo lo que está sucediendo y entonces tienen una visión producida por los Seraphon de una incursión skaven y unas criaturas daemonicas que surgen de espejos. La familia Ven Dest son descendientes del ahora Stormcast Ionus Crypborn.

Padre e hija consiguen avisar a la huestormenta de la ciudad ante la revelación que han tenido y en ese mismo momento el ataque skaven empieza, el segador blanco combate junto a los cazadores de brujas y ante el ataque por sorpresa de los skaven, los stormcast deciden llevar una carga con sus dracoth por dentro de la ciudad arrasando con todo lo que encuentran, evocators en dracoline les siguen detrás y con esta carga consiguen cerrar los roejeros y expulsar a los skaven.

Mientras tanto en otra parte de la ciudad, dos formas salen de uno de los espejos bañados por la sangre de aelfa, Synessia y Dexcessa se miraron y sonrieron.



Acto 2

Kragnos era una fuerza de la naturaleza sin igual, superior a sus iguales, luchaba y crecía cada vez más y los orruk lo veneraban por su vehemencia y poder destructivo, le hacían ofrenda de huesos de bestias cazados por ellos, que kragnos devoraba haciendo más poderoso al alimentarse con la esencia del tuétano de los huesos.

Se creó una alianza con los dracónicos para luchar contra las bestias shagooth adoradoras del caos que habían venido de Azyr y reclamado tierras en Ghur, se les venció casi aniquilándolos por completo, pero la rabia de kragnos no tenía fin y empezó una guerra que mataría a dos imperios.

Kragnos y sus guerreros más fieles combatieron a los dracónicos haciéndoles desaparecer casi por completo, en venganza destruyeron al pueblo de kragnos y este persiguió a los últimos dracónicos, hasta matarlos y pisotear sus huevos. Dos hermanos dracónicos conectaron mentalmente con Lord kroak otra raza descendiente de Dracothion y les entrego los últimos huevos de su especie para que los salvaguardara en sus templo-naves a cambio los Seraphon urgieron un plan contra kragnos.

En la batalla que se está llevando a cabo en lo alto de una montaña, mientras pisoteaba y destruía toda civilización dracónica, los slann abrieron la montaña y junto a Dracothion y magia atemporal, lo enterraron cerrando la montaña e impidiéndole salir de ella.

Con el hechizo de la vida de Alarielle, la montaña crujió y kragnos busco la salida hasta encontrarla, por fin fue liberado y se dispuso a encontrar a su pueblo, pero nada quedaba ya, ninguno de los suyos ni lo que una vez fue su hogar, en su lugar vio una ciudad de humanos y mientras sentía la rabia volver a recorrer su cuerpo, dicto que aquella ciudad caería.

El gran waagh de Gordrakk iba camino de Excelsis, con Skragrott interpretando las visiones de la luna malvada, por desgracia no habían sido suficientes para tener los tres trofeos con los que pretendían derribar la ciudad, aun así, el empeño de Gordrakk no cejo.

En su camino dio con Kragnos, y se lanzaron al combate ninguno de los dos pudo con el otro y quedaron impresionados, Skragrott detuvo la pelea antes de que se destrozaran pues Gordrakk sabía que no podría con él a la larga, se unieron con un mismo fin, la ciudad de Excelsis y el gran waagh de orruks, mega gargantes, troll y demás criaturas puso camino a la destrucción de la ciudad de Sigmar.


Acto 3

La ciudad de Excelsis era un caos por los acontecimientos que habían ocurrido recientemente, se esperaba la llegada del gran waagh y todos los habitantes se afanaban por crear las defensas adecuadas ante lo que se aproximaba. Lord kroak llego a la ciudad para interponerse una vez más a la bestia recién liberada.

La Lord-Castellant Meloria Evenblade diviso al ejercito orruk, repleto de toda clase de criaturas y entre ellas un ariete, un enorme cráneo de toro que no podía ser más que de una bestia divina, no pensaban escalar las murallas, sino destruirlas.

El fuego se concentró en destruir el ariete que empujaban 12 mancrusher y un megagargante en su retaguardia, pero ni los gyrocopteros ni la artillería podía con la magia de los huesos de una bestia divina. Cuando llegó hasta la puerta y la golpeo las runas defensivas que Lord kroak había grabado estallaron partiendo el ariete en mil pedazos.

Fue entonces cuando Kragnos apareció, acompañado por cien jinetes orruk en gore-gruntas, cargó contra la muralla de la ciudad y fue capaz de derribar hasta un kilómetro de muralla y se revelaron los túneles skaven que las habían socavado.

Mientras tanto desde la guarida de la hermandad piedra nula, una hueste de slaanesh apareció de los espejos y emprendieron marcha hasta el centro de poder de la ciudad, con los defensores ocupados en las murallas no tendrían oposición.

El cielo se abrió y los Astral Templars aparecieron para luchar junto a sus hermanos knight Excelsiors, la batalla también discurría por el puerto y al tercer ataque fue cuando superaron las defensas portuarias, las puertas de la ciudad ya estaban abiertas por varios frentes.

Skragott hizo su aparición en la ciudad y a su orden la compañía de ogors mercenarios que había reclutado la ciudad para su defensa se volvió contra ellos, los defensores que repelían las armas cortas de los grots no pudieron frenar las armas toscas de los ogors, mientras tanto, una flota de barcos negros apareció en el puerto, Morathi había venido en ayuda de la ciudad.

La marea verde perdía fuerza según penetraba en la ciudad, al luchar entre edificios y callejones era más fácil contrarrestar su número y las hijas de khaine eran expertas asesinas.

El Segador Blanco junto a los Ven Denst fueron a combatir al recién nacido, Cerus Sentanus se sacrificó acabando con Dexcessa y padre e hija volatilizaron a Synessa.

Morathi y kragnos se encontraron, mientras luchaban, Morathi sintió la presencia de Lord kroak y al ver que ella no era capaz de vencer al Dios de los terremotos ideo un plan junto al seraphon, este proyecto un portal con la imagen de una ciudad dracónica, morathi se ofreció de cebo y cuando kragnos reconoció la antigua ciudad de sus enemigos y vio derruida y ardiente Excelsis, reto a Morathi para un futuro y atravesó el portal desapareciendo en un estallido de luz.

En el reino del caos aparecieron Dexcessa y Synessa y junto a ella estaba be´lakor burlándose de no haber conseguido lo que planeaban, ellas le contestaron que la semilla ya está plantada que la alianza del orden entre humanos y aelfos se romperá, que solo hace falta tiempo, el mismo tiempo que necesita la tormenta de be´lakor para ocupar los cielos de todos los reinos, aunque el tiempo se agota, pues un Dios duardin y poderoso ha regresado.

Teclis ha despertado otras fuerzas para combatir al caos, un enemigo por otro para terminar la guerra, pero Nagash aparece en el campo astral de la meditación de teclis y le dice que la guerra apenas ha empezado, que al final se hará con su alma y Teclis duda por primera vez.

En un pantano de ghur aparece kragnos y los habitantes orruk del pantano lo ven como el Dios de sus pictogramas, lo reconocen como la “beztia”.

Junto a Morathi eran 12 en el consejo, lo mínimo para tomar decisiones y el juicio se llevaría a cargo del Celestant Prime por la traición y golpe de estado en Anvilgard, cuando el juez estaba dispuesto a pedir la cabeza de Morathi, un duardin de barba blanca, enorme y de gran poder entro en la sala, pidió clemencia para la aelfa, se presentó como Grungni y pidió que trabajaran juntos por lo que estaba por venir.

02/06/2021

Relato Reinos Rotos (Broken Realms)

EL CUENTO DE TURNSKIN

Ven desde los desiertos, guerrero de la ruina. Siéntate junto a nuestro fuego. Bebe de nuestro botín. Afila tu espada, porque, aunque no estés entre amigos, nuestras causas se alinean. Escucha ahora mi historia.

Soy Mortharg Tar. En el lenguaje de los mortales de extremidades delgadas soy un jefe de los gor-kin - hombres bestia, así nos llaman. Mis cuernos son afilados y gruesos. Mis brazos son poderosos. Mis hojas de hacha son afiladas. Muchas son las victorias que he ganado, y los enemigos que he devorado ante las piedras de la manada.

No siempre fue así. Una vez fui como tú. Mi piel era suave y rosada. Mis colmillos eran romos. Mi frente no estaba coronada. Soy un mutante, no soy un verdadero Gor, sino que he sido modificado a partir de un débil tronco humano. Es por esta razón que aún vives, ya que mis parientes de sangre pura te matarían en cuanto te vieran y acabarían contigo. Sin embargo, fui lo suficientemente fuerte para sobrevivir. Lo suficientemente fuerte como para levantarme y cambiar. El favor de la ruina está conmigo.

Una vez viví en las tierras verdes de Ghyran, luchando por los Dioses Oscuros. Cuando fui herido, mi tribu me dejó morir. Así es como debe ser. Durante mucho tiempo vagabundeé, hasta que llegué al sombrío corazón de Witherdwell. La oscuridad cornuda me encontró entonces, y le exigí que me diera fuerza. El cambio se apoderó de mí. Día tras día me hinché, alimentado por el odio de la tierra. La piel se erizó en mi carne. Mis cuernos crecieron. Me quedó cierto dominio de la lengua de tu especie, mejor que el de la mayoría de los de mi clase, pero todo lo demás era una bestia. Cacé a mi tribu. Los descuarticé. Me comí sus corazones y su médula.

Es importante saber estas cosas. Los reinos hablan a los que son fuertes. Sólo a través de la muerte demostramos nuestra valía.

Escucha ahora mis triunfos. Viajé a las tierras del fuego. Destruí a los daemonios y a los magos cobardes para apoderarme de los tesoros de los viejos reyes chamanes, y luego los pisoteé, porque ofrecían poder a los débiles y merecían la destrucción. Cuando llegaron los hombres relámpago, empuñé mis espadas contra ellos, porque también eran débiles y olí al gusano de la tormenta sobre ellos, el que una vez expulsó a los de mi especie de nuestros cotos de caza. Pasaron los años. Mi pelaje se engrosó. Mis cuernos se afilaron. Más tarde me escabullí en las tierras de los huesos, luchando junto al gran Ghosteater contra los vivos y los muertos, porque los que no pueden aceptar que han caído son débiles.

No sé por qué volví entonces al reino de la vida. Que las tierras verdes fueran mi antiguo hogar no importaba. Me había desprendido de mi odiado pasado. Aunque no era un verdadero Gor y era odiado por mi familia, gracias a mi poder y a mis bendiciones me había convertido en el líder de una fuerte manada. La vida de mi especie suele ser corta y bruta, pero he aguantado un siglo o más. Tal vez deseaba demostrar que los grandes ciclos se doblegarían ante mí. Tal vez fue el Cuerno del Diablo encontrando su voz zumbante una vez más lo que me llamó a regresar. Tal vez nunca fue mi elección. Soñé a menudo esos días. Sueño con la Sombra de la Cala, la Bestia que Devora. Él ha rondado estos reinos más tiempo que sus dioses. Nos habla más abiertamente. ¿Locura nacida de demasiado grog robado, dices? ¡Ja! Tal vez, falso cuerno. Tal vez.

Nos esperaban. Apenas mis guerreros pasaron la puerta, más de nuestros parientes se acercaron a nosotros. La manada de Ghorraghan Khai. No lo conocía entonces. Era un tonto. El destino se aferra a ese chamán como su capa de carne de hombre cosida. Los Bullgor, nuestros primos, le siguen y le temen, pues se dice que se crió entre ellos. Sólo respetan la fuerza, incluso más que nosotros. Mi manada lanzó un aullido de desafío y se preparó para el derramamiento de sangre. Khai no lo permitió, dijo que el Shadowgave le había avisado de nuestra llegada. Un jefe que habla en lugar de luchar no puede sobrevivir mucho tiempo entre los gor-kin, pero Khai tiene sus propios dones. Habla muchas lenguas de bestia astutas, y sus palabras pesan. Nos desafió a igualar sus incursiones contra la gente de los árboles. Acepté.

No hacía falta animarles. Hemos guerreado contra los arbóreos desde que había arbóreos contra los que guerrear. Todos nos odian, y nosotros odiamos a todos, pero los odiamos más a ellos. Nuestros aullidos amortiguan su vil canción, rompiendo la rueda de la naturaleza. Pero creo que nuestra antigua reivindicación de las tierras verdes también los enfurece. Los gor-kin estaban aquí antes de que brotara el primero de su especie, obligando a las rocas y a los árboles a aceptar el cambio salvaje.

¿Te ríes, falso cuerno? ¿Te sorprendo? Sí. Somos capaces de pensar más allá del simple salvajismo y la matanza. Nuestra apariencia no nos convierte en descerebrados, digan lo que digan los que se esconden tras bonitas paredes. Es cierto que pocos de nosotros hablamos las lenguas de los hombres, aunque empiezas a seguir mis palabras con más claridad, creo. ¿Por qué deberíamos molestarnos en aprenderlas? Cuando llegue el final, serán nuestras pezuñas las que os pisoteen en el fango, antes de que os sigamos hasta las tierras de los huesos y os descuarticemos por última vez.

Era fácil encontrar un objetivo. Un santuario a su dios cazador asesinado, que todavía lleva el olor de los hombres-cadáveres. ¿Respiras con aprobación? Has luchado contra hombres-cadáver antes. Todos lo han hecho, en estos días. Las raíces de la tierra se marchitaron con su toque. La gente de los árboles no nos vio venir. Observamos cómo golpeaban a los débiles chamanes, y esperamos a que sus sacerdotes de la corteza empezaran a cantar un ritual de maullidos. Sólo entonces di la señal de ataque.

Habéis visto la batalla. Puedes imaginar cómo nos desparramamos en la arboleda, rebuznando al chocar contra ellos. Las espadas de mis Bestigors estaban afiladas, y pronto se dispusieron sobre sus reyes. El resto de nosotros presionó, oprimió, rugiendo y cortando y mordiendo y corneando. La guerra es simple. Es la lucha en el barro, el impulso de hender y despojar hasta que todo sea aplastado. Nos destacamos en ello.

Incluso entonces, a través de la rabia roja, percibí que algo iba mal. La tierra tembló como no lo había hecho desde que los reinos temblaron bajo el aullido de la bestia mortal. Las raíces se aferraron a mis guerreros, envolviéndolos en las piernas y haciéndolos tambalearse sobre las cuchillas. Las rocas se estremecieron y estallaron. El aire sabía demasiado limpio. Lo oí zumbar. Esto no era una muestra de débil magia verde. Era algo más, o el comienzo de algo más. Sentí su pureza, y me resultó odiosa.

Encontré a mi enemigo rápidamente. Eran alados, atados a un frágil espíritu de madera profunda, portando una lanza y llevando cuernos falsos. Eso me enfureció. Mis Bestigors cargaron y murieron. El corazón de Gorag fue perforado por la lanza. La cabeza de Mordurg fue cortada en dos. El vientre de Khazlang fue abierto hasta que tropezó con sus propias tripas. Tres gor-kin muertos en otros tantos latidos. No pensé más en ellos. Sólo importaba el enemigo.

Nuestro combate fue brutal, aunque breve. La lanza de la cosa-árbol me abrió las extremidades hasta los huesos, y la sangre me manchó el pelaje, pero yo, Mortharg Tar, le rompí los cuernos falsos, le desgarré las alas y le destrocé el escudo. Te veo salivar y gruñir con ansias de batalla, te oigo pisar la tierra con tus pies fundidos en huesos por la necesidad de matanza. ¡Ahora lo ves! ¡Te das cuenta de nuestra fuerza!

Yo demostré ser más poderoso. Mi pezuña se clavó en la cintura de la criatura, partiéndola casi en dos. Mientras caía, me coloqué sobre ella, con el hacha levantada y lista para cortar.

No.

No sé cuánto tiempo llevaba Khai acechándonos. Probablemente desde que nos unimos a su guerra. Sentí que su magia rastrera se apoderaba de mi espada, reteniendo el golpe mortal incluso mientras él atacaba al animal del bosque caído con su brujería. En ese momento le habría dado una cornada mortal por el insulto, aunque era un chamán y estaba tocado por el destino. A Khai no le importó mi ira. Se agachó junto a la cosa-árbol y gruñó palabras que no entendí.

Fue entonces cuando los Sylvaneth comenzaron a cantar. Cantan todo el tiempo, pero no así. Para los falsos cuernos, tal vez sería desconcertante. Para nosotros era fuego y dolor. Nuestras naturalezas se oponen a las suyas en formas que los forasteros no pueden entender. Lo que es sagrado para ellos es asqueroso para nosotros. Vi que Khai se tambaleaba y se tapaba las orejas con las manos. Me derrumbé, con los sentidos ardiendo, desgarrando mi propia carne para dejar salir la melodía asesina de mi sangre.

Las visiones brillaron. Un roble retorcido, ardiendo en llamas verdes. Una montaña que se abre, sus fauces se ensanchan para tragarse un mundo. Gaiteros torcidos cacareando en las sombras, y dragones de ámbar y luz de estrellas rodeando a un dios de piedra con cuernos. Los oí entonces: los reinos aullando, mientras algo cambiaba en sus almas.

Cuando volvió la cordura, los habitantes de los árboles fueron masacrados. En nuestra prisa por silenciarlos, los habíamos destrozado. Sólo Khai se mantuvo en pie. Aunque estaba encorvado contra su bastón, no pude golpearlo, porque lo que había visto también ardía en sus ojos.

“El tiempo huye de nosotros, jefe", dijo entonces el chamán, en la verdadera lengua de las bestias. La madre-árbol prepara su canción. Cuando la cante, todo cambiará. Infestará los reinos con las energías de la vida limpia. Incluso ella puede no conocer todo su poder. Debemos detenerla. Debemos detenerla antes de que la canción sea cantada, y todo sea dolor".

Así que ahí es donde vamos. A medida que viajamos, atraemos a más guerreros a nuestro estandarte, porque todos los gor-kin saben que la canción debe ser silenciada. Nos adentramos en las profundidades de los dominios de la madre-árbol en estampida, quemando sus bosques y destrozando las arboledas de sus sirvientes. La Shadowgave se mueve dentro de nosotros, dándonos velocidad y vigor, ya que huele los planes de su némesis en movimiento.

Pero no vamos solos, ¿verdad? Porque veo el pelaje brotando a través de tu carne, tus torpes pies endureciéndose en cascos y el hueso empujando tu frente. Te dije que tenía bendiciones. Hablé del poder de las lenguas. Parece que mi cuento ha llamado a la bestia que llevas dentro. Tus cuernos crecerán bien, creo. Suelta tu arma, piel de tortuga, porque eso es lo que eres ahora, como yo. Pero incluso un piel de tortuga puede llegar a la gloria, si es fuerte.

Venid con nosotros, parientes de la sangre. Venid con los verdaderos hijos, mientras pisoteamos estas tierras hasta la ruina.

31/05/2021

Be´lakor Reinos Rotos - capitulo 3 Broken Realms resumen

Prologo

Después de las guerras por los reinoportales, los ejércitos del orden crearon las primeras ciudades haya donde habían conseguido reconquistar las puertas para desplazarse por regiones seguras, crear asentamientos y comerciar.

Los enemigos del orden buscaban socavar los reinosportales para llevar de nuevo la decadencia a los pocos lugares de los reinos mortales que habían conseguido escapar del caos. Archaon fue el más osado al planear romper las protecciones mágicas del reinoportal a Azyr y atacar a Sigmar en su propio reino. Para ello encomendó la tarea a uno de sus lacayos hechiceros, el Gaunt Summoner el devorador de tomos. Con la extracción de la piedra del reino de ochopartes, la varanita, quiso corromper el portal para pasar a Azyr, gracias a la intervención de Morathi alertando a Sigmar de las intenciones de Archaon, las huestes de Stormcast y Daughters of khaine consiguieron evitarlo, aunque Morathi tiene sus propios planes.

A la vez del ataque del Orden a ochopartes, Nagash estaba atacando diferentes reinoportales en Ghyran, Chamon y Hysh para corromper otros reinoportales y desencadenar en todos los reinos el maléfico nadir de Shyish.

Los reinoportales volvían a ser el centro de atención en disputa y si fuesen destruidos muchos de estos portales que se asentaban en líneas ley geománticas que cubrían los ocho reinos, el resultado sería la deriva hacia el reino del Caos.

El Slann conocido como Lord Kroak perturbado por visiones de tal desastre, trazo un plan, primero destruiría la torre de plata del devorador de tomos, esta torre plateada estaba conectada a la red de los reinoportales, y llevaba a aquellos incautos que traspasaban portales no seguros, hasta su laberíntica torre de hechicería.

Pero había un jugador más en el tablero, un ser de oscuridad y malicia que había perseguido a la humanidad durante siglos y esperaba utilizar los reinoportales a su favor para su ascensión a la gloria.

 


Acto 1

Para escapar de Ochopartes los Stormcast tendrían que volver al sitio por donde entraron, el portal Génesis, que comunicaba con Ghyran el reino de Alarielle.

Dos cámaras de Stormcast comandadas por Gardus defendían las puertas esperando a sus compañeros que regresaran para volver a cerrar el reinoportal. Los Hallowed knights divisaron a un ejército de Nurgle de gran numero acercarse raudo al portal y con su grito de guerra ¡solo los fieles! Cargaron para hacerles frente.

La batalla se decantaba para las fuerzas de Nurgle y ni sus compañeros Stormcast ni refuerzos Sylvaneth venían en su ayuda, en cambio, unos seres escamosos conocidos como Seraphon cruzaron la puerta Génesis e hicieron frente al enemigo, con energías renovadas los Stormcast pelearon haciendo retroceder a las fuerzas de Nurgle, pero de pronto vieron como estos nuevos aliados, abandonaban la lucha para internarse en el páramo de Ochopartes, sin su ayuda no podrían detener al invasor.

Lucharon y les hicieron frente una vez más, aunque fue insuficiente, una gran Inmundicia agarro a Gardus entre sus brazos y antes de perder el conocimiento vio a sus compañeros Stormcast cruzar el reinoportal y regresar de ochopartes, hoy moriría otra vez, pero había cumplido su cometido.

La hueste Seraphon, cruzo rápidamente el terreno hasta llegar a la torre plateada antes de que pudieran dar la alarma, pues sabían que solo atacando de imprevisto tendrían éxito. Cuando el Gaunt Summoner se dio cuenta de lo que se le venía encima ya era demasiado tarde, envió a luchar a todos los daemonios y bestias aviares que rondaban la zona, pero la batalla ya estaba perdida, viendo como el enemigo golpeaba la torre no le quedó otra cosa que hacer que escapar, pero no fue él el que se fue, sino que con la magia que pudo reunir elevo la torre plateada del suelo y la impulso al vacío eterico, creyendo que allí pondría a salvo su fortaleza.

Su pensamiento le duro bien poco, pues allá en el vacío eterico había una docena de naves zigurat, las más grande de ellas era la nave-templo Itza-Huitlan la que trasportaba a Lord kroak. Las naves dispararon rayos de luz que golpearon a la torre plateada haciéndola caer a Chamon, el reino del metal, aun después de ese ataque la torre aún conservaba parte de la magia maligna del Caos, la torre termino cayendo en la costa de los Eriales Oxidados.

El Gaunt Summoner enloqueció de ira pero se vio sorprendido al ver que las tres fuentes de poder de la torre estaban expuestas para poder ser destruidas y comprendió que ese fue el objetivo del ataque, sin tiempo a reaccionar los Seraphon volvieron a la carga, mientras las huestes de uno y otro bando luchaban, dispositivos cósmicos eran  sincronizados para un último ataque, apuntando hacia la corona de la torre, impactaron en el devorador de tomos y en uno de las fuentes de poder de la torre de plata, el Gaunt Summoner fue desintegrado y la torre plateada estallo después de que explosionaran las tres fuentes de poder, una detrás de otra.

Los Eriales Oxidados desaparecieron y en su lugar solo quedo un cráter de miles de kilómetros, la explosión de la torre plateada expulso su magia a través de los portales a los que estaba conectada, convirtiéndolos en vórtices hacia el caos, pero fue un precio que Lord kroak pago gustoso con tal de hacer desaparecer un objetivo tan potente como la fortaleza de Tzeentch.

Desde la fragata La Temible, su guarnición había visto la explosión en los Eriales Oxidados y a todos se les vino a la cabeza como había impactado el necroseismo en los puertos celestes, La Temible era un tipo nuevo de aerobajel comandada por el endrinmaster Drongon Humboldsson, más rápida, con mayor poder destructivo y con protecciones arcanas. Uno de los Arkanautas de la tripulación se le acerco, se sacó una antigua pipa y mientras se apoyaba en la borda dijo “donde había lucha, había beneficio, sería bueno saber que ha ocurrido allí” su voz era profunda y denotaba edad y experiencia. Humboldsson decidió investigar que acontecimiento había provocado aquello.

 


Acto 2

Be´lakor, el señor oscuro, un ser del mundo pretérito, el primer príncipe daemonio con el poder del Caos absoluto, aunque perdió la fe de los cuatro dioses del Caos y fue castigado teniendo que coronar a los nuevos aspirantes llamados, los elegidos.

Be´lakor mantiene una disputa con Archaon por ser el favorito de los dioses del Caos y aunque Archaon emplea todo el poderío militar para asegurarse tal puesto, el señor oscuro prefiere tejer planes y conspirar desde las sombras, aun así, si llega el momento, no dudara en desplegar a su hueste, la legión del primer príncipe, y desplegar todo su poder en el campo de batalla.

Durante este tiempo conocido como La Era de Sigmar, be´lakor se ha mantenido entre las sombras, solo apareciendo cuando se le requería por los poderes caóticos, conspirando sus planes desde la sombra, fue su hueste la que rompió el gran motor profético del ojo de tepok, fue él quien rebeló la posición de la torre plateada del devorador de tomos a los Seraphon y fueron sus agentes quienes liberaron al Lord Veritant keizer Ven Brecht de manos de Morathi en Anvilgard para que llevaran la noticia a Azyr de la jugada de Morathi.

Con los acontecimientos provocados por Morathi y la lucha entre Teclis y Nagash, había llegado su momento. Los reinoportales podían colapsar y con ellos llevar a los reinos mortales la esencia misma del Caos, provocando una reacción en cadena en todos los portales que estaban unidos por la misma vía mística y creando una vorágine de magia maldita en los cielos de los reinos que impediría a los Stormcast Eternal regresar a Azyr.

En la batalla contra las hordas de no muertos en Ochopartes Be´lakor había vencido a Lady Olinder la Mortarca de la Angustia y la había desterrada a Shyish, ella lo había maldecido por aquello y el señor oscuro creyó conveniente crear una alianza pues no quería que sus planes se vieran interrumpidos por el mero deseo de venganza de la Mortarca.

La legión del primer príncipe asedio Dolorum hasta llegar a Sylontum su antigua capital, irrumpió en el Santuario de la Angustia donde descansaban los huesos de Lady Olynder, donde podría poner fin a su maldición, Olynder y sus doncellas del coro lamentudo se apresuraron a luchar, pero entonces Be´lakor les propuso un trato, una tregua para combatir a la humanidad y dejaría a su merced las almas de los Stormcast. Olynder acepto no sin antes darle un tiempo, pasada esa hora ajustarían cuentas.

Be´lakor ordeno a los Nighthaunts atacar puestos de avanzada y territorio enemigo para desviar los ojos de quien pudiera estar observando, mientras tanto, la hueste del primer príncipe destruía los reinoportales unidos por la red geomántica para liberar la magia del caos en forma de nube en el cielo, reino portales guarnecidos por Lumineth y Sylvaneth fueron destruidos en Chamon, mientras los defensores no eran capaces de ver lo que se escondía detrás de todo aquel plan.

La fragata La Temible sobrevolaba el cielo de Chamon, el capitán del bajío Humboldsson y la maestra cartógrafa Imoda Barrasdottr habían visto que lo que ocurría era anti natural, más parecido a un nuevo necroseismo, las vías de ater-oro se movían de sus posiciones originales y todo aquello había que investigarlo de más cerca. En su viaje llegaron hasta una logia Fyreslyaers que guardaba el reinoportal Camino de kostarg, que estaba siendo totalmente destruido, solo un puñado de duardinos seguían en pie. Después de rescatarlos, Gromthi insinuó que todo aquello era un plan muy bien llevado y que había que reunir el geldraad.

La puerta Génesis al fin pudo ser defendida, aunque apenas unos pocos StoRmcast quedaban en pie, los Stormcast habían podido huir de Ochopartes y los Sylvaneth habían llegado tarde, pero a tiempo para nivelar la balanza a favor del Orden, Gardus había muerto en la batalla y ahora se encontraba en Azyr después de haber sufrido una nueva reforja. Atormentado por ver como los aliados Seraphon los habían abandonado a su suerte, decidió subir al monte sagrado a buscar respuestas, Lord kroak le mostro visiones de lo que está por llegar, Excelsis sitiada por mega gargantes y orruk, la ciudad de Vindicarum a punto de caer y todos los Stormcast yacen muertos sin poder regresar a Azyr a ser reforjados, Gardus comprendió el peligro al que se enfrentaban y supo que había que partir a la defensa de Vindicarum.

Solo uno de los reinoportales seguía en pie, el portal del Oro Blanco, tres grandes daemonios fueron los encargados de destruir el portal, todas las fuerzas de la Freeguild resistían una embestida tras otra y cuando ya parecía que iban a caer, una huestormenta de Stormcast de armadura blanca cayo en forma de rayo formando 7 círculos de escudos Liberators para impedir el desastre. Be´lakor tenía un as en la manga, había enviado a un grupo de Skaven con una bomba de piedra bruja, la hicieron detonar en el interior de la torre plateada y eso hizo que los rienoportales vinculadas a ella explotaran, uno de ellos fue el portal Oro Blanco. El cielo se nublo con la magia caótica y cuando un miembro de los Stormcast cayó al suelo partido en dos, su alma que salió despedida al cielo, quedo atrapada en esa nube de malicia, la perdición de la huestormenta tenía las horas contadas.

Los Nighthaunts atacaron y terminaron por destruir a todos los Stormcast y de capturar sus almas, Lady Olinder había recibido su premio y concedido más tiempo a Be´lakor, el señor oscuro ya tenía en mente su último golpe, la ciudad de Vindicarum caería.

 


Acto 3

Gardus se reunió con su huestormenta, apesadumbrado por lo que les iba a decir, aquella podría ser su última batalla, el final de todos ellos y, aun así, ninguno de sus compañeros declino la batalla. Vindicarum no debía caer y junto a toda su huestormenta los rayos de azyr los llevaron hasta la puerta de la gran ciudad. El cielo a lo lejos estaba oscurecido con un rojo carmesí maléfico y poco a poco se acercaba hasta el cráter del monte ketnus.

El Lord Celestant kostos Volkar estaba al mando de la defensa de la ciudad junto a sus Celestial Vindicators, eran pocos en número apenas siete cámaras y junto a los defensores de la Freeguild y los duardin de la ciudad no había nadie más que los ayudara.

En Madralta, se reunió por segunda vez el concilio del puerto celeste, el geldraad, los puertos más importantes querían entrar en batalla, socorrer a sus aliados, los puertos pequeños ya habían sufrido muchas pérdidas desde la explosión de la torre de plata y no estaban dispuesto a ayudar a sus aliados. Pero todo cambio cuando Drongon Humbosson capitán de La Temible y uno de sus Arkanautas, Gromthi, entraron a la sala del consejo, después del revuelo y ante el asombro de todos, el anciano duardin levanto un puño nudoso y tatuado y explico con voz autoritaria el peligro que se cernía en Chamon y en la Crux Espiral.

Para terminar de convencer al consejo, la liga de navegantes de los puertos celestes había llegado a la conclusión que la gran tormenta de magia del caos traería todas las rutas de aeter-oro a Vindicarum y seria el lugar más valioso de todo el reino del metal, entonces el consejo valoro votar de nuevo.

Be´lakor contemplaba a su legión desde su promontorio, a lo lejos estaba Vindicarum y he aquí que demostraría ser el elegido de los dioses oscuros, el señor oscuro ordeno el asedio a la ciudad.

Las primeras defensas exteriores cayeron con rapidez, la Freguild luchaba con ahínco y después de una descarga de su artillería tras otras, no les quedaba más que huir, frente al gran número de daemonios que parecían no tener fin. Los defensores se refugiaron en la muralla interior llamada collar de hierro, la batalla fue encarnizada, consiguieron frenar a los atacantes, pero seguían viniendo más y más daemonios en una procesión interminable.

Be´lakor ordeno atacar a un heraldo daemonico de Tzeentch con instrucciones específicas, el daemonio atravesó las defensas entro en la ciudad y se dirigió al polvorín, Lorrus Grymn, Lord Castellant de los Hallowed knights defendía esta posición junto a una cámara de Liberators, rechazaron al enemigo y a toda criatura flamígera que invocaba, excepto a una. Una pequeña criatura daemonica llegó hasta un carro de munición y más de mil toneladas de valquimita explotaron con un blanco cegador, nadie en aquel lugar podría haber sobrevivido a la explosión y el enemigo había logrado una gran brecha en la muralla.

Había llegado el momento de Be´lakor, que se dirigió hacia la ciudad, apenas quedaban 100 Stormcast defendiendo la fortormenta y otros tantos de las milicias mortales, cuando ya pensaban que sería la última carga de los daemonios, estos se detuvieron y empezaron a corear el nombre de Be´lakor.

El señor oscuro llego arrastrando al Lord Castellant Grym y delante de Gardus le clavó su espada de las sombras en el pecho, haciendo que su alma saliera disparada al cielo y se lo comiera la tormenta. Gardus cargo con rabia y Volkar con él, Be´lakor mato a todo Stormcast con quien se cruzaba, hasta quitarle la vida a Volkar también, ahora quería el permio final, la muerte de Gardus, en un duelo entre ambos Gardus sabía que no tenía opción alguna, pero antes de que la espada de Be´lakor le cortara el cuello, una lanza de luz surgió de entre las nubes, el señor oscuro desvió la mirada y Gardus aprovecho para herirlo en un ala, una armada de aeronaves kharadron se acercaba a toda velocidad.

Comandada por la fragata La Temible, descargaron todo tipo de munición sobre los daemonios congregados en Vindicarum, la flota era tan grande que podrían destruir todo un reino, Be´lakor alzo el vuelo y dejo a Gardus para ir en busca del aerobajel que comandaba el ataque, desde uno de los acorazados, los Fyreslayer rescatados saltaron a vengar la destrucción de su forja sobre el daemonio Tzeenchiano que destruyó el reinoportal donde vivian, la capitana Imoda guiaba a un batallón de fragatas con tal rapidez que acabaron con los daemonios voladores que se acercaban a la gran armada. Mientras tanto, Be´lakor atacó a La Temible, la envolvió con sus alas y se enfrentó a su capitán y a la guarnición del aerobajel, entonces fue cuando Gromthi salió a su encuentro, parecía más alto y llevaba un martillo con forma de pico, el señor oscuro al verlo dudo y soltó la fragata, volando hasta perderse en la tormenta mágica, el sitio a Vindicarum había terminado.

Gardus estaba gravemente herido, pero no perecería, Humboldsson se recuperaba de sus lesiones en la lucha contra Be´lakor mientras reacía la muralla de la ciudad, los kharadron habían llegado a un acuerdo para construir minería en los cielos y recoger todo el ater-oro de las vías celestes que allí se estaba acumulando, ofrecieron también llevar a Gardus y sus guerreros donde quisieran, a cambio de un precio adecuado. Con la tormenta del Caos en el cielo y sin saber si ocurría lo mismo en los otros reinos, el enlace con Azyr estaba roto.

A Be´lakor se le había escapado la guinda de su plan, entregar la ciudad de Vindicarum a lo poderes ruinosos, pero sabía que había ganado mucho más que una ciudad, había cortado la conexión de lo eterno con el cielo, y esa tormenta mágica del Caos, ya se extendía por otros reinos, solo había algo que no había planificado, el duardin de pelo blanco, lo reconoció nada más verlo, un poder olvidado había vuelto a los reinos y eso traería nuevos planes y nuevos “aliados” contra ese nuevo poder en los reinos.

Gromthi conversaba con Humboldsson sobre la importancia de haberse unido todos los puertos celestes y lo que eso suponía para los “enanos”, el ingeniero solo pensaba que habían sacada una buena tajada de todo aquello y despreció a los humanos que oraban a su Dios, ya que él ponía la fe en un barco lleno de combustible y en el horizonte, Gromthi cabizbajo deseo que aquello fuese suficiente para lo que estaba por venir, se despidió y desapareció de la cubierta del aerobajel dejando solo el aroma de su pipa.


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